Aquí reúno algunas de mis obsesiones más persistentes: animales fuera de contexto, ruinas que se resisten a derrumbarse y figuras que parecen estar suspendidas en un tiempo que no avanza. Bajo la superficie de lo visible, estas imágenes dialogan con tensiones más profundas: el desarraigo, la frontera entre lo privado y lo urbano, la herida de lo que migra sin encontrar sitio.
Pintar, para mí, no es solo representar, sino cuestionar el mundo que habitamos. Cada serie plantea una pequeña geografía emocional, una arquitectura fragmentada donde los cuerpos buscan sentido, pertenencia, un lugar en el mapa. Quizá por eso las ruinas no caen, y los animales siguen mirándonos: porque aún queda mucho por decir.